Proyecto Kilela Balanda (República Democrática del Congo)

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viernes, 2 de septiembre de 2011

Viaje a Kilela Balanda 26 de Agosto

De repente ha cambiado el ambiente. El viento del Este, siempre fresco en la estación seca, se ha vuelto tibio; es el anuncio de las altas temperaturas que preceden el comienzo de las lluvias en octubre. Una cierta canícula lo invade todo y hasta de noche no permite ver la hermosura del cielo estrellado.
Ya estamos en Kilela después de seis horas de ruta desde Lubumbashi. Por la carretera de Kilela, salir del coche suponía hundir los zapatos en varios centímetros de un finísimo polvo. Es blanquecino o rojizo, dependiendo de la composición del suelo. En ese polvo un hombre recogía el grano de maíz que se había vertido al suelo al desatarse el saco que transportaba en el portaequipajes de su bicicleta.
Paramos en Kamikolo y saludamos a Safira, la enfermera responsable del centro de salud. Su primera pregunta fue que tal el Dr. Manolo. El centro de salud está como en abril, dejando bastante que desear. Ella misma está esperando un bebé para dentro de un mes y dice que dará a luz en Kamikolo. A Magda le sorprendió y le preguntó quien la iba a atender en el parto: una mujer que yo he formado, fue su respuesta. Después de haber visto cómo estaba la sala de partos, uno piensa que es una mujer muy segura de sí misma.
Nos interesamos por las fuentes de agua del pueblo. Hay tres. Ya todo mundo sabe que tenemos un proyecto para acondicionar manantiales. Visitamos el que ella definió como único bueno que tenía una buena agua potable. Está a 200 m de la carretera. Bajar aquella pendiente hasta el lecho del arroyo no era tan fácil. Por ella subía un niño transportando dos bidones de 20 litros empujando una bicicleta. No se podía creer que aquel chorrito de agua, que salía de una pequeñísima charca en el fondo del arroyo, fuera el agua potable de la que hablaba la enfermera. Quizás era porque al final se concentraba en tubo de hierro todo oxidado de un metro largo y era eso lo que le daba un aire de fuente acondicionada. Sería bueno poder adjuntaros las imágenes que recogimos.
Luego paramos en Ngalu, el pueblo en el que está construida la escuela que Bierzo Ayuda subvencionó en 2008. Para tranquilidad de todos, especialmente de Manolo, el Sr. Kafrigel está montando los pupitres que encontramos amontonados en un rincón de una clase. Despacio pero caminando. Visitamos la fuente en la que se abastecen unas 900 personas. Este sí es un hermoso manantial para cuyo acondicionamiento ya han juntado bastante piedra. De paso ya hicimos un pacto y es que ellos primero arreglan el acceso y luego nosotros construimos una fuente con lavadero. Con los de Ngalu tiene que ser así: ellos delante, porque si nos adelantamos ellos no siguen.
El paisaje se ha vuelto áspero. El fuego, como cada estación seca, lo consume todo. El aspecto es desolador pero, como siempre, la vida ya repunta y los árboles visten las primeras hojas de hermosos colores. Son todo un espectáculo esos colores entre el fusia y el marrón, en medio de la sabana quemada.
Esta mañana ha estado dedicada a los manantiales de Kilela. Algo importante quedó de nuestra visita en el mes de abril porque han limpiado los dos manantiales ya acondicionados y que habían sido abandonados hace muchos años. Hoy han propuesto que el domingo después de la misa se celebre una reunión para invitar a la gente a participar en los trabajos. Ya han juntado mucha piedra para los dos manantiales nuevos. Es muy gratificante ver cómo, de no haber ninguno acondicionado en abril, la población va a pasar a tener dentro de unos días cuatro puntos de abastecimiento de agua limpia. Ya han comenzado los trabajos en la fuente de los japoneses o de Maimba, según el plano que nos hizo un hermano de Maria Ángeles y que resultó el más sencillo de los que benévolamente nos han hecho algunos entendidos. El Sr. Kafrigel piensa que en cinco días puede estar terminado. Como el optimismo hay que moderarlo esperemos que esté hecho antes de irnos.
Ahora, viendo que esto se va realizar en breve, ya estamos en un nuevo sueño pensando en el día en el que una bomba solar pueda subir el agua hasta el pueblo y evite ese trabajo tan duro de acarrear el agua a las mujeres, las niñas y los niños. Eso y machacar el grano es algo que un hombre nunca haría. Esta mañana, cuando íbamos en coche a la fuente de Maimba, subía una niña de unos 12 años empujando una bicicleta cargada con cuatro bidones de agua de 20 litros cada uno. Al ver el coche, que iba muy despacio, se quedó trabada y no podía moverse porque la carga era mucho más pesada que ella misma; si ladeaba la bicicleta el peso la arrastraría a caer encima de los bidones y de la bicicleta. Se bajó el chofer a ayudarle y luego comentaba: transporta 80 kilos y ella no pesa 20. Otros niños y niñas la seguían, algunos bien pequeños, con un bidoncito de tres o cuatro litros.
En estas semanas previas a las lluvias la gente ya abandona los pueblos para ir a preparar las tierras de cultivo y sembrar en cuanto llueva. Uno de los problemas es que, como las necesidades son tantas, suelen vender más productos de los que debieran para poder garantizar el alimento de la familia hasta la cosecha siguiente en el mes de abril. Hay que pagar la escuela, comprar ropa, medicamentos… y el dinero nunca es suficiente. Por eso preparan ahora la tierra, para sembrar rápido y poder tener las primeras mazorcas de maíz ya a finales de enero para comerlas cocidas o asadas al fuego cuando todavía están tiernas.
Un abrazo

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