Proyecto Kilela Balanda (República Democrática del Congo)

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martes, 13 de mayo de 2014

Viaje a Kilela Balanda 2ª Entrega.

Domingo 11 de mayo

Son las seis de la tarde. Hace muy poco rato que hemos llegado a Lubumbashi.  Se ha terminado la estancia en Kilela Balanda. Como de costumbre hemos salido a las cinco, una hora antes de amanecer. Todo ha ido muy bien; la carretera ya está completamente seca. No me he olvidado de vosotros, he hecho mi diario  casi todos los días pero no ha sido posible conectarse en Kilela. Esa posibilidad va a llegar pronto de la mano de Orange que ya está instalando una antena de las de tercera generación que permitirá el acceso a Internet.  
Ahora me toca recuperar unas cuantas horas de sueño perdido y un poco la espalda, después de la siniestra carretera de esta mañana.

Este viaje de vuelta siempre resulta impactante por la cantidad de gente que se ve entrando en la ciudad de Likasi con sus cargas de productos agrícolas . La fila es continua. Unos transportan grandes troncos de árboles que han escuadrado previamente para hacer tablas. Pueden pesar 90 kg y lo venderán por treinta dólares  después de haber empujado su bicicleta durante muchas horas. Un tronco no les permite montarse y pedalear porque  no se puede guardar el equilibrio.

Otros han cargado hasta cinco sacos de carbón vegetal y tampoco pueden montar porque ya no hay sitio sobre la bicicleta.  Unas mujeres transportaban sobre sus cabezas maíz o alubias desde Dios sabe dónde. Otro ya va de vuelta y lleva a su mujer en el portaequipajes.

Las motos pueden llevar hasta cuatro personas. Hemos cruzado uno que llevaba toda su familia: un niño pequeño sentado delante de encima del depósito de la gasolina y dos niñas entre él y su mujer que iba la última. Recodé mi visita a los campos sobre la moto de Yuwino y ahora entiendo mucho menos cómo pueden ir cinco.

En una curva del camino encontramos un montón de mercancía y unas 20 personas. Paramos a preguntar qué les pasaba y llevaban allí tres días esperando el camión que se había averiado  y había vuelto a Likasi para ser reparado. Iban camino de Kilela con una carga excesiva de mercancías y personas. Un hombre pidió que lo lleváramos hasta Likasi para ver qué pasaba con el camión. Y uno se pregunta un montón de cosas y se te revuelven las tripas, pero un poco más lejos un hombre recogía el maíz entre el polvo porque se había descosido el saco en el que lo transportaba. Entonces se te retuerce el alma porque piensas en los meses de trabajo en los campos, la dura tarea de desgranarlo a mano, haber recorrido ya 80 km en bicicleta y al final todo por el suelo, pero no hay tiempo de pensarlo demasiado porque  en otra curva encontramos otro que se había caído con su bicicleta porque no tenía frenos e iba, como todos, demasiado cargado. De hecho ninguna tiene frenos y suelen frenar con el pie en el suelo o presionando sobre la rueda delantera. Y luego van todas las mujeres  a pie con sus cargas sobre la cabeza y, casi siempre, con un niño a la espalda.

Al bajar hacia el puente del río Panda un motorista bajaba muy lentamente delante de nosotros transportando a su mujer y  un enorme saco de tallos de mandioca, una verdura muy sabrosa y apreciada por todos; ella levaba también un niño a la espalda y un balde grande lleno de cosas sobre la cabeza.

Después de cruzar el río mucha gente se dirigía, muy vestida de domingo, hacia el pueblo de Ditengwa. Parecía que iban a una celebración de alguna de las muchas sectas existentes. En un turismo destartalado iban los dos pastores muy encorbatados. Y uno ya no sabe qué sentir: pena o una ternura inmensa, o  las dos cosas,  o una revuelta contra la injusticia  de la vida con tantas personas.

Entramos en Likasi que, a pesar de la dejadez general existente, sigue mejorando sus calles y comercios. Fuimos a la parroquia de Shituru para dejar a uno de los curas de Kilela que nos acompañaba. Allí entramos cuando ya iba transcurrida más de la mitad de la celebración de la misa. Al terminar nos fuimos al centro de Bon Berger de niños de la calle. Para llegar hasta allí hay que atravesar el mercado de Basano. Como todos los mercados de África, siempre te sorprenden las cosas que se venden y cómo se venden, las personas y el bullicio, los olores y los colores, todo lleno de vida. Luego hay que pasar por un laberinto de callejuelas en las que apenas cabe el vehículo para al fin llegar al centro situado en una pequeña granja que fue cedida por muy poco dinero para instalar en centro en 2005.

Allí viven 19 chicos, me sorprende ver cómo van creciendo y cambiando cada año.

Una vez más hemos hecho la carretera asfaltada hasta Lubumbashi con el tráfico de esa flota creciente de transportes pesados, que va y viene sin cesar  con mercancías destinadas a las minas o con minerales o metales en dirección al puerto de Dar es Salam en Tanzania hacia el Océano Indico. Hizimos una parada para comprar carbón vegetal y justo por la misma carretera , mezclado con los camiones pasaba un entierro.
Cuando llegamos a L’shi ya caía la tarde y nuestras fuerzas también

Tino



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