17 de septiembre
Nuestra estancia en el Congo ha terminado. Los días se han vuelto calurosos pero en el aeropuerto de Lubumbashi nos despedía el mismo viento fresco del Este que nos había acogido hace un mes. Esta mañana la campana de la catedral, como todos los días, nos sacó de la cama a las cinco y media. El muecín por su parte ya se había encargado de despertar la ciudad a las cinco. Al cruzar la calle para ir a la catedral soplaba un viento fuerte que levantaba una nube de polvo. Las avenidas de Lubumbashi son muy amplias; las aceras ocupan mucho más espacio que la calzada para los vehículos pero son de tierra porque nunca han sido asfaltadas. En ellas hay plantados muchos jacaranda, enormes y viejos, todos de la época colonial. Pretoria, la capital de Sudáfrica, se jacta de ser la ciudad con más jacarandas del mundo. Son árboles muy hermosos que llenan de color la ciudad. Cuando llegamos hace un mes apenas si había algunos en flor. Ahora ya son muchos; sus flores, violeta azul intenso, perfumarán, cuando hayan empezado las lluvias, los cálidos y húmedos atardeces del trópico.
Los tres últimos días hemos recorrido el centro de la ciudad a pie y en taxi, haciendo algunas compras y buscando información y facturas proforma sobre panelas y bombas solares. La casa Yamaha nos ha hecho un presupuesto completo para una pequeña estación de bombeo directo de 10 m3 al día sin necesidad de baterías.
Andar a pie permite ver el gran cambio que se está operando en Lubumbashi en los últimos dos años. El comercio está ya mucho mejor abastecido que en los años 70. Como tantas otras cosas puede parecer una banalidad decirlo si no se conoce la caída libre que sufrió la economía congoleña durante más de 35 años. En 2004 para encontrar gasolina para el vehículo que nos llevó a Kilela Balanda fue necesario recorrer varias calles buscando los vendedores de gasolina ambulantes sentados en ciertos lugares con bidones de cinco litros. Eso ya parece una historia lejana.
Sigue habiendo mucha gente a pie por la calle, muchos mendigos de toda edad y sexo, personas con discapacidades, ancianos… todo un mundo de desheredados que sobrevive de la caridad en una sociedad tan necesitada de todo. Limpiar calzado es un oficio muy socorrido para muchos varones, también de toda edad; desde niños de la calle hasta ancianos que ofrecen sus servicios en una ciudad con aceras llenas de polvo.
Pero hay signos positivos como ver máquinas asfaltando calles, reparando cosas y hasta un incipiente servicio de limpieza. Es que todo eso era impensable hace tan solo tres años cuando la impresión general es que nunca se acababa de tocar fondo. Viajar en un taxi en Lubumbashi hace cinco años era entrar en vehículos destartalados que parecían haber sido recuperados de la chatarra. Ahora son muy numeroso y en general en buen estado. Son viajes compartidos. Cuando entras puede haber ya otros viajeros que van siendo dejados en sus destinos en el mismo orden en el que han subido. Al final se siente vergüenza de que sólo te pidan 2.500 Francos congoleños, que no llegan al precio del autobús en Ponferrada.
Ayer viernes volvimos a comer a casa del constructor Kafrigel. De nuevo pasamos por el barrio de Njanjia. No se sabe si decir todo un polígono industrial o un interminable mercado popular. Dos Km de una intensa actividad productiva y comercial en ambas aceras totalmente ocupadas por fabricantes y vendedores. Una de ellas la ocupa la venta de pescado seco y salado o ahumado; es uno de los alimentos más utilizados por la población. Cuando los recursos escasean se limitan a ser como una pequeña cantidad de condimento que da sabor a las verduras con las que se acompaña el fufú.
Hay pescados de todos los tamaños provenientes de los numerosos ríos y lagos del Sureste del Congo. Montones y montones de pececitos pequeños de 3 cm secados al sol procedentes de los lagos Tanganika y Mwero. Es tal la cantidad que uno se pregunta si esos lagos son de peces o de agua. El Tanganika tiene 39.200 Km2 y 670 km de sur a norte. El Mwero tiene 4.650 km2 con una profundidad máxima de 39 m . Los dos tienen unas características particulares que permiten una enorme población de peces. El río Luapula atraviesa el lago Mwero después de nacer en las marismas de Bangwelo. Bangwelo significa «lugar donde el agua y el cielo se unen». Es una zona pantanosa alimentada por 17 ríos. Está situada a 1.140 m de altitud, tiene aproximadamente 75 km de largo y cubre un área de 9.840 km². Su profundidad media es de 4 metros y una fuente inagotable de nutrientes. Las raíces de los cañaverales almacenan millones de metros cúbicos de agua que alimentan el lago durante la larga época seca.
Mejor volvemos a la calle Njanjya en la que se fabrica y se vende de todo. El hierro se corta y se suelda en la acera, en la que se cose un traje o te hacen al instante un cobre metálico de chapa muy ligera para dejar tus cosas más elementales para que si en el próximo viaje te desaparece la maleta tengas lo necesario para continuar. Camas sillas, trajes, sombreros, calzado… hasta el infinito. Y en todo hay buen ambiente y humor. Los pobres saben sacar partido de lo poco que tienen mientras los ricos se mueren de rabia porque no pueden tener más.
Un puesto vendía tiras de cámara de camión o de coche. Sorprende verlo de lejos al ser imposible saber qué es ese inmenso fajo negro que cuelga hasta el suelo. Son muy apreciadas para atar los bultos en las motos, bicicletas o bacas de los coches. Nada se pierde en un mundo que carece de todo.
Ayer cenamos con el Dr. Swana y su mujer en un pequeño restaurante. Se unió el Jefe provincial de Sanidad, el Dr. Sompwe. De él depende toda la sanidad de Katanga. Por supuesto hablamos del hospital de Kilela y de las nuevas fuentes de agua. Le interesó mucho y puede haber algunos cambios en la zona de salud que serían beneficiosos.
Son ya las cinco y media de la tarde. Atrás quedan Lubumbashi y Lilongwe. Allá lejos , a la derecha del avión, a través de la ventanilla se vislumbra el Kilimanjaro. Sobrevolamos Kenya y abajo ya no hay sol. Cae la noche también sobre esta área maldita de la sequía y la hambruna que son el norte de Kenya, el Este de Etiopía y Somalia. Una tierra olvidada que sólo recordamos cuando la tragedia del hambre y la sequía se abaten sobre ella, para luego dejarlas en el olvido hasta la próxima hambruna.
Aquí terminamos nuestro relato constatando que El Congo ha reinvertido la marcha. Les hemos acompañado en la caída, confiando siempre en que un día llegaría el fondo. Ya está. Ahora sumamos un grano más, el de Bierzo Ayuda, a la reconstrucción. Llevará más años que la caída, pero ya ha comenzado: En Kilela unas 9.000 personas consumen agua limpia, el hospital está impecable, aunque todavía muy vacío, y las escuelas están cada día más llenas. Nuestra ayuda es indispensable y está siendo eficaz. Queda la puerta abierta para que quien lo desee se sume a nuestro trabajo y si en un momento dado le apetece ver los frutos, pueda ir y comprobarlo.
Magda y Tino
No hay comentarios:
Publicar un comentario