17 de septiembre
Ayer hemos probado una tortilla
de los huevos en polvo made in Spain. Les hizo mucha gracia verlo pero el
resultado no estuvo mal. Una mezcla de cebolla frita, huevos liofilizados y un
poco de Corned-beef suponen un buen
acompañamiento para unas patatas cocidas. Si además se tiene un poco de
Ketchup, puede ser hasta una suculenta cena de domingo.
Hoy ha tocado ordenar y limpiar la habitación además de un
poco de bricolaje con los cables y las bombillas de bajo consumo que he traído
conmigo. Es una maravilla accionar el
interruptor y tener luz en estas noches
tan oscuras.
Seguimos teniendo sin resolver de
manera definitiva y aceptable el abastecimiento de agua del hospital. La bomba
estaba colocada de cualquier manera y
con unas cuantas fugas en el circuito y en el aljibe. No obstante el hospital tiene agua.
Mañana quedará completada la
instalación.
Por la tarde he ido a visitar la
familia de Romain Kyakupewa, el enfermero que falleció el mes de agosto a causa
de un accidente de moto. Ayer al terminar la misa se acercó su viuda a
saludarme. Una mujer muy joven, 22-24 años, que se ha quedado con tres niños y
embarazada de seis meses. Hoy les he visto a todos: una niña de seis años, un
niño de cuatro y otro de dos. Ese el ritmo del nacimiento de los hijos entre
los Kaonde. La media nacional es de 7 hijos por mujer. Hemos quedado en que
mañana pasará por aquí con los tres niños.
Al regreso me acompañó el padre
de Kyakupewa y atravesamos el cementerio después de ver donde le enterraron. El
cementerio es un lugar más en la sabana arbolada, sin delimitación alguna, todo lleno de arbustos. En la época de
lluvias cuando la hierba esté alta será
imposible saber donde comienza y donde termina. Ahora ha pasado el fuego y
pueden verse los enterramientos bien diferenciados de los adultos y los niños.
Muchas, muchísimas tumbas de niños; se puede emocionar uno viendo las rústicas
cruces de madera chamuscadas por el fuego. Destacaban dos cruces pequeñas,
sobre las tumbas de dos niños, que habían sido recortadas de una chapa de
un bidón. Hasta en la muerte es visible la miseria.
Visitando la familia se acercaron
unos cuantos niños. El diferente color de la piel no deja de ser un atractivo
para los más pequeños que se acercan con la mano extendida para saludar. Una
vez más te penetra la dureza de la
miseria: La ropa, el calzado (cuando lo tienen), algunos vientres y pómulos
hinchados que delatan una alimentación muy insuficiente, la suciedad, la
escasez del agua, la tiña en muchas cabezas, los matakanyas en los pies…
… y a pesar de todo, esa sonrisa que brota de su inocencia. Todo un cruce de
sentimientos y de preguntas sin respuesta. Un estímulo para continuar.
Al despedirme el padre me dijo
que esta noche se iba de caza y que mañana comeríamos todos carne.
Hoy he pasado también por el
hospital y había una mujer, también muy joven con trillizos. Que imagen tan bonita los tres en
la misma cama. Lo he encontrado tan limpio como siempre. El médico por ahora
está comiendo aquí todos los días. Es un chico soltero que todavía no tiene un
alojamiento definitivo.
18 de septiembre
La vida comienza muy temprano.
Hacia las 5,15 empieza alborear el día y los pájaros entonan sus primeros
cantos en el mango enfrente de la casa. A esa hora los gallos se desgañitan porfiando quien lo
hace peor y más alto. Al concierto se unen los berreos de las cabras que viven
en libertad. A las 5,30 suena el raíl que hace
de campana para llamar a la misa que comienza a las seis; todavía es de
noche en la iglesia, que se va clareando, hasta que al final entra el sol por las ventanas orientadas al
punto de su nacimiento. Son los sonidos diarios del amanecer, después de una
noche en la que el único sonido perceptible es el del viento en las copas de
los árboles. A las 9,30 sorprende mirar el reloj y constatar la hora cuando ya
llevamos 4 horas de pié.
El padre de Kyakupewa ha cumplido
su promesa y ha venido con un buen trozo de carne fresca de la kashya
que ha cazado. “Un disparo y una pieza” decía muy satisfecho. En su
juventud fue soldado de la gendarmería cuando en 1960, a los 11 días de la
independencia del Congo, la provincia de Katanga proclamó la suya propia. Fue
uno más de los múltiples desastres iniciales del Congo post-colonial, que no
han terminado todavía. Ayer en el cementerio decía que la gente no
vuelve nunca a visitar las tumbas porque
tiene miedo: “Yo fui soldado, ¿Qué se puede temer del polvo en el que nos
convertimos?
La temperatura es muy agradable;
sopla, cómo no, el viento casi permanente del Este que cuando acabe rolando al
sureste traerá la humedad del océano Índico a partir del canal de Mozambique y
caerán las lluvias. Es el tiempo de suspirar por ellas para apagar el polvo y
limpiar la atmosfera. Volverán así los cielos azules con los cúmulos nimbos que
desencadenan las tormentas tropicales.
Ha venido el director de la
escuela primaria, Kamvwi wa Mamvula, para preparar la reunión con los maestros
con el fin de definir las pautas a seguir con la formación permanente que se
pretende implantar a partir de este año. Un complejo proyecto cuya financiación
estamos esperando para arrancarlo. El director es un hombre que estuvo en el
internado de chicos entre 1969 y
1975 y suspira por su reapertura. Goza
de mucho prestigio entre su gente.
Cerca del hospital he encontrado
a Madeleine y su tía. Me ha preguntado si la reconocía; “es la hija de Mama
Hilde” me ha dicho su tía. Una historia conmovedora ligada a la muerte de
los bebés y de tantas mujeres en el parto: una mujer que hace casi 40 años acababa
de perder a su bebé y amamantó la niña de su hermana que en aquellos mismos
días murió en el parto de esa niña. Su relación es la de madre e hija porque
siempre se las ve juntas. Magda pudo salvar la vida de la recién nacida pero
llegó demasiado tarde para salvar la de
la madre. Por eso le atribuyen una parte
de la maternidad de la niña. Algo les quedó a todas porque también Magda pregunta siempre por Madeleine.
Hacia las cuatro de la tarde
encendieron el grupo electrógeno del hospital. Como sigo teniendo la capacidad
de distinguir desde lejos ruidos mezclados, me llegó el sonido del motor hasta
la casa y me fui inmediatamente pensando en la cesárea del mes de abril, pero
lo habían encendido para hacer ecografías.
Nadie sabe nada de aquella mujer
y aquel niñito que habían llegado en una moto desde Mwabesa, a 70 Km ., porque no podía
parirlo sin ayuda y se le hizo una cesárea. Fue una noche inolvidable. Ya me
gustaría volver a verlos.
Ha vuelto el silencio de la
noche. Hemos cenado a las ocho y tanto el médico como Kafrigel se han ido a
dormir inmediatamente. Lo único que se oye el ventilador del portátil. Sólo queda apagarlo y dormir.
19 de septiembre
El aire es cálido pero no
caliente. Es este viento adorable de
Kilela el que mantiene la diferencia. Si dejara de soplar pasaría como en
Lubumbashi: habríamos entrado en los calores pegajosos que preceden la estación
de lluvias.
Ayer por la tarde llegó Laurent,
el director del BDOM. A parte de su sonrisa y la bondad que transpira nos trajo
pan fresco para varios días. Aquí es algo que siempre se agradece aunque nunca
falta algo para desayunar bien.
Ha venido para puntualizar unas
cuantas cosas con el hospital. El despido de Pita, la muerte de Kyakupewa y la
ausencia de Honoré se dejan sentir muy duramente sobre el personal sanitario.
Joseph Mbaita es el único diplomado presente actualmente. Al pasar por Likasi
Laurent estuvo con Honoré y con su formador. La impresión es que aprovecha el
tiempo y asimila muy bien lo que esta aprendiendo. A finales de Octubre el
hospital de Kilela dispondrá de un técnico de Laboratorio suficientemente
formado.
Cuando les pedí un informe de la
actividad de los últimos 11 meses creo que se asustaron un poco y preguntaron
si Bierzo Ayuda iba a condicionar la colaboración económica a los resultados.
También les he solicitado un informe aparte sobre los análisis de laboratorio
durante ese mismo tiempo, tal como lo habíais sugerido en la última reunión de
agosto. Hemos tenido una reunión muy
larga que Laurent traía muy bien preparada. Se abordaron aspectos muy
interesantes sobre la relación del hospital con el pueblo. El tema de la
educación para la salud creo que está muy claro en la mente del nuevo médico,
Paul Kasongo Kasukila. Es un hombre
joven con ganas de trabajar y con mucho interés. Creo que el apoyo que
todos le hemos prestado estos días le ha venido muy bien, porque hace falta
valor para venir de Lubumbashi como médico a Kilela Balanda. Por supuesto, quedó
claro que el apoyo de B. Ayuda continúa como mínimo los próximos doce meses.
Laurent disfruta con el apoyo que se les está prestando. Siempre tan sencillo y
humilde, sabe muy bien lo que trae entre manos.
La base para la nueva cisterna
del hospital está terminada, sólo queda que mañana o el viernes llegue el
camión con ella desde Lubumbashi. Hoy están trabajando aquí en la esquina de la
casa al lado del salón, construyendo también una base para una cisterna de 2500
litros para recoger las aguas pluviales. Todavía colocar otra de cinco mil para
el internado y en la época de lluvias no será necesario utilizar la bomba para
tener agua. Vistos los resultados del año pasado y este mismo, al final será
necesario declarar el mes de septiembre como el mes del agua en Kilela. Esta
mañana al salir de misa, eso quiere decir muy temprano, vinieron dos de los
propietarios de los pozos para pedir un poco de cemento para construir el
brocal. Por la tarde me ha dicho el responsable de IRC que tienen en proyecto
excavar de inmediato dos pozos de barrena en Kamikolo. Es una gran noticia porque
el agua es allí un problema muy grande. Nos han quitado de encima la gran
pesadilla con la que nos quedamos en abril cuando visitamos el manantial con
Arancha y Ángeles. Avanzamos lentamente pero vamos consiguiendo pequeñas cosas
que mejoran la vida de unos cuantos.
Laurent se ha ido y pensé en
darle el pincho que me queda con lo que os voy contando, pero es prudente
esperar la vuelta del camión con el otro que se llevaron el lunes a Likasi.
Todavía me quedan aquí muchos días y existe el riesgo de que se haya perdido en
la baraúnda que viajaba sobre él. Vi como entraban cinco personas en la cabina.
Todos los días disfruto
viendo los trabajos del internado; no
acabo de creerme el cambio que se está operando. Era un desafío poder
rehabilitarlo. Todavía no se ha terminado y ya estamos ante otro quizás más
complicado: llenarlo de chicos y mantenerlo. Es preferible disfrutar de este
gratificante presente y dejar lo otro para el año próximo.
Otra vez son las cinco y la tarde
cae dulcemente. Ya es el cuarto creciente y
la luz de la incipiente luna atenúa la dureza de la oscuridad de la noche, pero eso quiere decir que el
tiempo pasa rápido. Yo tenía calculado que me iría de Kilela con la luna llena.
El viento, la luna, las estrellas, el sol, las nubes, la lluvia… marcan el paso
de los días y las estaciones. Realmente vivimos en un lugar muy apartado donde
la naturaleza marca el ritmo de la vida
y también de los sentimientos.
20 de
septiembre
Ha llegado el
camión con las dos cisternas y poco más; ocupaban toda la caja. Los dos
pedestales para colocarlas están terminados. También ha traído los accesorios
para terminar definitivamente la instalación de la bomba del hospital.
A la tres de
la mañana me despertó un picor inconfundible en la planta del pie izquierdo, la
mordedura de un ditakanya , un insecto apenas visible que se incrusta
debajo de la piel para reproducirse y cuando se hace sentir ya es una bolsita llena de huevos listos
todos para eclosionar. Hacen estragos en la punta de los dedos de los pies de
los niños pequeños. Me pregunto como pudo llegar hasta la planta del pie cuando
calzo botas permanentemente precisamente para evitarlos. Debió de quedarse
agazapado en la bota en el mes de abril,
dentro del baúl metálico que tengo aquí permanentemente con algunas cosas, para
vengarse ahora.
Esta mañana
ha vuelto el padre de Kyakupewa con una kashya , uno de los antílopes
que viven en la sabana. Lo mató por la noche y nos lo trajo sin desollar. Eso
quiere decir que hemos comido carne fresca. He dado una larga vuelta por el
pueblo en dirección hacia Likasi. Estuve
viendo la hermosa fuente de los
japoneses con sus dos caños. Ha disminuido un poco el caudal debido a lo
avanzado de la estación seca. Un hombre me llevó después a la pequeña llanura
de Kinene donde nace el río del mismo nombre. Ha quedado asociada en mis
recuerdos a un culebrón de dos largos metros que salió disparada de entre mis
pies hace muchos años. Hay poca gente en el pueblo pero siempre hay quien se
alegra mucho de verte sobre todo si cuando preguntan si se le conoce se puede
decir quien es.
En la Kinene
escuchamos al pájaro cantor en el mango al lado de casa a las 5 de la mañana.
Pregunté el nombre: kynema-nzunsu , un
ave blanca y negra del tamaño de un mirlo. Tiró una piedra y salió del suelo
para posarse en una acacia cercana.
En esos
paseos por el pueblo siempre hay unos cuantos niños que te acompañan; se van
quedando al alejarse de sus casas, pero vienen otros y así sucesivamente. Siempre duele verles tan cariñosos y tan
sumidos en la miseria.
Mañana se va
el camión de madrugada y se llevará otra vez el pincho. A algunos os aburriré
con mis historias, otros las esperan vivamente, a mi me ayuda escribir un poco
cada día; es una manera de reflexionar y de dejaros sentir que no hago el viaje
solo. Me siento acompañado por el interés de muchos. Entre todos vamos
realizando cosas sencillas sí, pero cosas importantes. La más importante
nuestra presencia entre ellos. Siempre vuelve la misma frase: “gracias
porque no nos olvidáis”.
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