Queridos socios/as.
Como presidenta de Bierzo Ayuda, quiero agradecer a todos nuestros socios y amigos simpatizantes su fidelidad y colaboración sobre el proyecto que estamos desarrollando en Kilela Balanda.
Quiero presentaros el diario que desde la lejanía donde fue escrito, nos hace acercarnos tanto, que casi os puedo decir que llegué a encontrarme en Kilela Balanda compartiendo la pobreza y la miseria en la que viven seres humanos. Tan humanos como nosotros y tan necesitados de nuestra ayuda.
Desde estas líneas, os invito a que dediquéis un ratito de vuestro tiempo libre para que leáis este diario con la mayor atención posible.
Está realizado desde el corazón por personas que han dedicado su tiempo y su cariño hacia los demás, sin importarles haber estado expuestos a enfermedades y a riesgos innecesarios
Un cariñoso saludo,
Loly Rodríguez
Presidenta de Bierzo Ayuda
DIARIO
Domingo
23 de junio
Aterrizamos en Addis
Abeba a las 5,30 de la mañana. Es domingo y ya pesan las muchas horas desde que
salimos ayer de ponferrada. Se nota el verde de
la época de lluvias, en esta tierra
reseca donde las diferencias
climáticas son muy profundas y
caprichosas. Addis Abeba se encuentra a
2.300 m sobre el nivel del mar en el corazón del macizo Etíope formado par una inmensa meseta que cubre casi
todo el país con alturas entre los 1.500 y los 3.000 m.
A Etiopía todavía la
tenemos asociada a las terribles imágenes de
la hambruna que en 1980 provocó
cerca de 1.000.000 de muertos, cuando el
país todavía no se había recuperado de la sequía anterior al comienzo de la década de los 70 y que había ocasionado otras 300.000 muertes en las provincias de
Welo y Tigray que precipitaron la caída
en 1974 de Haile Selassie, aquel emperador de pacotilla que tan bien
supo embaucar y seducir a gobiernos y mandatarios de los países más relevantes
del mundo. El ocultó la hambruna, hasta que no pudo más, para mantener su
prestigio. La historia terminó colocándole en su lugar.
El aeropuerto de
Addis Abeba es un lugar de encuentro de todas las etnias africanas y del
Oriente Medio.
La gran compañía
aérea, Ethiopian Airlines, cubre casi
todo el continente. Se da la paradoja de que para ir de Luanda, la capital de
Angola, a Kinshasa, la capital del Congo, distantes entre sí de apenas 700 Km,
haya que volar unas 13 horas pasando
necesariamente por Addis Abeba para ir de la una a la
otra. Esta es una más de las grandes
carencias que obstaculizan el desarrollo
de África.
Llegamos a Lubumbashi a las 14,30 después de haber hecho una escala
en Ndola, una ciudad fronteriza entre el Congo y Zambia, cuando lo previsto era
aterrizar primero en Lubumbashi. Apenas
si distan 200 km entre sí y cuando pensábamos sobrevolar la ciudad de Kitwe, todavía en Zambia ya
estábamos bajando hacia Lubumbashi, fácilmente identificable por la vieja chimenea y la montaña de escoria que siempre han
sido el símbolo de la ciudad.
El desvencijado aeropuerto de Lubumbashi
refleja la situación del país. Hace ya tres años que siempre encontramos las
mismas obras en una pequeña terminal excesivamente descuidada. Choca la dejadez
de las instalaciones y de las personas. Como es domingo, la entrada a la ciudad no presenta problemas de circulación. Viajamos con Marco y Alain que han venido a
buscarnos enviados por el Obispado.
En el control de equipajes a Eliseo le
han incardinado en la diócesis de Lubumbashi. “Son dos misioneros” le ha dicho Alain al de la aduana que ha hecho
un signo con la mano para que continuáramos hacia la salida sin abrir las
maletas. Van que explotan y abrirlas no
hubiera sido difícil, el problema hubiera sido volver a cerrarlas.
Nos alojamos en una pequeña casa
Seminario en la que viven 10
seminaristas regentada por Carlos, un misionero español de la provincia de
Toledo y viejo conocido nuestro. No es como el aeropuerto de Addis Abeba pero
aquí hemos encontrado chicos de Angola, Zambia y el Congo. El de Zambia está
estudiando en Roma y así como quien no quiere la cosa habla sin ninguna
dificultad Inglés, Francés, Español, Italiano, Portugués, Swahili y Kibemba,
más su lengua familiar, además de latín y griego clásico.
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