Saludos a todos.
Mientras Manolo atiende ya a sus pacientes en Toreno yo he ordenado mis cosas y ahora pienso en todos vosotros, sobre todo en él que ha sido un compañero de viaje tan entrañable.
Después de 30 horas de viaje llegamos ayer a Ponferrada a las 17,45.
Cuando, a las 6 de la mañana salíamos de avión de Ethiopian Airlines en Roma había una cierta nostalgia. Era como cortar con el último lazo que nos unía con Africa y volvíamos a la realidad de nuestro mundo que se denomina a sí mismo civilizado. Al salir de Lubumbashi nos bajaron hasta Lilongwe, la capital de Malawi, donde hizo una escala antes de poner de nuevo rumbo al norte hasta Addis Abeba. Era como un regalo que quería alargar nuestro viaje sobrevolando África.
Yo considero estos viajes como un regalo de Dios. No en vano soy un… …. no sé si antiguo o viejo… misionero. Casi me quedo con lo de viejo por eso de la edad, porque la misión reflorece y se hace actual en cada uno de estos encuentros con el pueblo Kaonde. Toda mi vida ha estado marcada por el tiempo en que viví y maduré entre ellos. Nunca saldaré mi deuda con ese pueblo.
Hemos visto de todo, sufrimiento y alegría, muerte y vida, éxitos y fracasos de nuestros proyectos, cosas muy bien hechas y otras intolerables; y al final hemos concluido que si algunas cosas están bien eso quiere decir que las que están mal pueden mejorar.
Habrá que poner los medios y la paciencia necesarios; respetar ciertos ritmos y saber que algunos de nuestros abuelos, dos de los míos entre ellos, tampoco tuvieron la oportunidad de aprender a leer y escribir, lo que quiere decir que también fueron analfabetos. Lo que hoy somos capaces de ver en un golpe de ojo ha necesitado siglos para hacerse evidente.
Paciencia con quien no tiene, ni sabe, ni puede; pero siempre empujando y alentando, soplando sobre el fuego latente; eso es el Desarrollo. Ahora estoy ante este ordenador que obedece, envía y recibe con el más mínimo clic; el que nos servía para enviaros los mensajes desde Lubumbashi necesitaba 5 minutos para completar la barra verde que indica el proceso de conexión. A mí, por tenerlo fácil, me cuesta 29 Euros mensuales con Movistar, allí por aquella lentitud tienen que pagar 120 dólares mensuales. Así van los pueblos desarrollados. Viviendo de nuestros desperdicios.
Pienso en la llegada y en la salida por el Aeropuerto de Lubumbashi, el espejo perfecto de la miseria total del país, y casi se me pone un nudo en la garganta sólo de recordarlo.
Si sigo me pongo sentimental. Lo dejamos aquí. Es el síndrome post Kilela Balanda.
Hemos sentido vuestro apoyo en todo momento. No he abierto todavía el blog pero ya sé que hemos estado presentes en él a través de nuestros mensajes.
Mientras Manolo atiende ya a sus pacientes en Toreno yo he ordenado mis cosas y ahora pienso en todos vosotros, sobre todo en él que ha sido un compañero de viaje tan entrañable.
Después de 30 horas de viaje llegamos ayer a Ponferrada a las 17,45.
Cuando, a las 6 de la mañana salíamos de avión de Ethiopian Airlines en Roma había una cierta nostalgia. Era como cortar con el último lazo que nos unía con Africa y volvíamos a la realidad de nuestro mundo que se denomina a sí mismo civilizado. Al salir de Lubumbashi nos bajaron hasta Lilongwe, la capital de Malawi, donde hizo una escala antes de poner de nuevo rumbo al norte hasta Addis Abeba. Era como un regalo que quería alargar nuestro viaje sobrevolando África.
Yo considero estos viajes como un regalo de Dios. No en vano soy un… …. no sé si antiguo o viejo… misionero. Casi me quedo con lo de viejo por eso de la edad, porque la misión reflorece y se hace actual en cada uno de estos encuentros con el pueblo Kaonde. Toda mi vida ha estado marcada por el tiempo en que viví y maduré entre ellos. Nunca saldaré mi deuda con ese pueblo.
Hemos visto de todo, sufrimiento y alegría, muerte y vida, éxitos y fracasos de nuestros proyectos, cosas muy bien hechas y otras intolerables; y al final hemos concluido que si algunas cosas están bien eso quiere decir que las que están mal pueden mejorar.
Habrá que poner los medios y la paciencia necesarios; respetar ciertos ritmos y saber que algunos de nuestros abuelos, dos de los míos entre ellos, tampoco tuvieron la oportunidad de aprender a leer y escribir, lo que quiere decir que también fueron analfabetos. Lo que hoy somos capaces de ver en un golpe de ojo ha necesitado siglos para hacerse evidente.
Paciencia con quien no tiene, ni sabe, ni puede; pero siempre empujando y alentando, soplando sobre el fuego latente; eso es el Desarrollo. Ahora estoy ante este ordenador que obedece, envía y recibe con el más mínimo clic; el que nos servía para enviaros los mensajes desde Lubumbashi necesitaba 5 minutos para completar la barra verde que indica el proceso de conexión. A mí, por tenerlo fácil, me cuesta 29 Euros mensuales con Movistar, allí por aquella lentitud tienen que pagar 120 dólares mensuales. Así van los pueblos desarrollados. Viviendo de nuestros desperdicios.
Pienso en la llegada y en la salida por el Aeropuerto de Lubumbashi, el espejo perfecto de la miseria total del país, y casi se me pone un nudo en la garganta sólo de recordarlo.
Si sigo me pongo sentimental. Lo dejamos aquí. Es el síndrome post Kilela Balanda.
Hemos sentido vuestro apoyo en todo momento. No he abierto todavía el blog pero ya sé que hemos estado presentes en él a través de nuestros mensajes.
Gracias a todos.
Un abrazo
Tino
Un abrazo
Tino
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